[Sobre el Maestro de los Relojes Dormidos]
"Tus siervos los zéphyros fueron hábiles en la órbita, antiguo adversario. Pero no habrá motivo ni fuerza que detenga a este enfermo, a éste que ha visto mil sistemas y un millón de lunas bailar hundidas y muertas en la sombría interperie.
Tú, Sabio de los Mil Chrakkras, tú que deambulas silencioso por entre cañones y valles destrozados y trazados por tu piel tallada en roca.
Tú que navegas la tierra y el agua como un gigante sepultado en los túneles del mundo, vibrando voces extrañas excavadas en la arena más escondida.
Tú que emanas eones de tiempo adornados por los fantasmas y bestias de estos bosques de ciénaga, pantano y manglar.
Tú que te deslizas como un nombre prohibido en el beso de dos labios olvidados y dos corazones imposibles.
Tú, vas a darme las respuestas que busco y que alojas en tus entrañas y vísceras más profundas, allá donde acaban los brazos de estos gruesos sauces y robles. Sabio ciego, sordo y mudo, que te adoran como un dios ancestral, un padre de selvas y mares y una madre de criaturas siniestras y sinuosas.
Tú, masivo eco de anguila y raíz y titán de escama de hoja y membrana, híbrido de piedra lisa y vapor áspero y pesado.
Tú vas a desvelarme los secretos más oscuros del plasma negro que guardo en la más envenenada bodega y que sospecho nutre tus venas.
Habla o ahondaré en tus pellejos troceando la carne con la enferma ansiedad, la psicótica perversión y la deleznable crudeza que me alimentan y que al mismo tiempo llevan trescientos doce años matándome de hambre.
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